martes, 28 de enero de 2014

Dividida en dos

-Su nombre por favor

-Prefiero no mencionarlo

-¿Cuál es la razón de que esté aquí?

-Alguien ha decidido que sería beneficioso para mi

-¿Piensa usted lo mismo?

- Creo que la única forma de ayudarme es acabar con el problema

-¿Cuál es el problema?

- Ella

- ¿Ella? ¿Quién? Hágame una descripción

-Nunca la he visto

-Entonces dígame, ¿Cuando la conoció por primera vez?

-Exactamente no lo sé, estaba en mi habitación, sentí un gran dolor de cabeza, y fue como luchar contra dos partes de mi misma que pugnasen por hacerse con el control de mi mente.

-¿Dónde entra ella?

-Estaba ahí, tentándome a hacer cosas que no eran correctas, hablándome de todas aquellas cosas que alguna vez he pensado, que me parecían tonterías.

-¿Usted qué hizo?

-No escucharla, pero con el paso de los días se hizo imposible. Lo que me susurraba parecía tan real

-¿Por eso mataste a tu marido?

-No fui yo, fue ella

El hombre apuntó algo en su bloc, ella intentó mirarlo, pero él aprovechó el movimiento para atrapar su muñeca y retorcerla hasta que vio en su mirada justo lo que buscaba, un indicio de ira.

-¿Qué se cree que está haciendo? Me hace daño.

- Demostrarle quien manda, para que confiese de una vez su crimen y pueda dejar de ver su cara.

En ese momento, justo después de increparla y herirla, pasó lo que él quería que pasase, ella cambió su actitud, parecía incluso una persona diferente.

- A ver, ¿como dices que te llamas hombrecillo?

- De hecho no lo he dicho, ya que lo preguntas me llamo Javier

-Encantada, ¿se puede saber de qué va esto de decir que tu tienes el poder?
 
-Perdona, antes de seguir me puedes decir tu nombre

- Si quieres también mi número guapo

- No gracias, estoy casado, pero ahora que ya he captado el lado de usted que me interesa, ¿dónde tienes a tu hija?

-Nunca van a encontrar a esa malnacida viva, tenía que haberla ahogado antes de salir del hospital. Y en cuanto a lo del matrimonio, podemos tomárnoslo como unas clases, yo te enseño a hacerla feliz a ella.

-¿Por qué la odias tanto?

- Porque esa furcia trató de que mi marido y yo nos separáramos

- ¿Por eso le mataste?

-Yo no lo hice

- ¿Seguro que no? Yo, si me permites el atrevimiento, no lo hubiera dudado dos veces, de hecho creo que ya tardabas.

- Señor comisario, ¿está tratando de utilizar psicología inversa conmigo, para que confiese algo que no he hecho?

- Nunca haría eso. Pero ya que estamos, aunque no hayas asesinado a tu marido, ¿dónde está tu hija?

-¿Sinceramente? No lo sé, ni me importa.

En ese momento sonó el teléfono móvil del comisario que se trasladó fuera de la sala de interrogatorios para responderla.

-¿Si?

- Soy uno de los encargados de buscar a la pequeña, la hemos encontrado, no la tenía su madre, se había escapado, tenía grabado en vídeo el crimen y fue a la comisaría más cercana a su colegio.

- Muy bien, ahora mismo llamaré para que lleven a la madre al centro psiquiátrico.

En ese momento se escuchó un disparo dentro de la sala. El comisario corrió para ver que pasaba y se encontró con la mujer tirada en un charco de sangre con una nota en la mano derecha y una pistola en la izquierda. 

El comisario había dejado su pistola dentro de uno de los cajones de la mesa que había en la sala, la mujer debía haber aprovechado su descuido para cogerla y suicidarse. Lo único que pudo hacer Javier por la mujer fue leer la nota que llevaba firmemente agarrada en sus manos.

"Lo siento. Yo asesiné a mi marido. No tengo perdón. Probablemente ustedes digan que la culpa es de una enfermedad, y me darán pastillas para corregirlo, pero eso no hará que desaparezca además de poner a mi hija en peligro. No puedo dejar que eso pase, por eso haré lo que no tuve valor antes para hacer. "

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