lunes, 30 de diciembre de 2013

Fin de año

Se encontraban frente al reloj de la puerta del sol. Tenían las correspondientes doce uvas preparadas ya para tomarlas cuando comenzasen a tocar las campanadas. Su primera nochevieja juntos. 

Llevaban saliendo tres años, ella era de un pueblecito de Zaragoza, él de Badajoz. Quedaban de vez en cuando, en algunas vacaciones, pero para ellos no era suficiente.
Ese año habían decidido juntarse en Madrid para despedir el año juntos. Un año especial para ambos. Él había sido tío por primera vez. Ella había conocido a sus padres biológicos.

En un principio decidieron cenar cada uno con sus familias y finalizar el año por skype,como siempre hacían,pero cada uno tenía una importante noticia que darle al otro.

Había mucha gente concentrada en la plaza. Algunos disfrazados, otros vestidos de fiesta. Pero todos absolutamente todos, muertos de frío y con una sonrisa en los labios. Un sector comenzó a cantar villancicos y se fueron uniendo voces hasta que parecían uno. Se estaban divirtiendo mucho, aunque ambos estaban muy nerviosos por como se tomaría el otro la noticia.

Quedaba todavía una hora, cada vez estaban más nerviosos.

-Sheila, dame una pista, prometo no tratar de adivinar cuál es tu noticia.
-No, Lucas, si yo te doy una pista tu me tienes que dar otra.
-Sabes que no puedo hacer eso
-Pues espera hasta después de las campanadas.

Y es que Lucas no podía darla pistas porque por muy enrevesada que fuera, sabía que ella terminaría adivinándolo.


Llegó la hora. Comenzaron a sonar los cuartos, todos en la plaza se pusieron alerta. Llegaron las campanadas, y con cada golpe del reloj, sus pulsaciones se aceleraban más y más.
Comieron las uvas, una tras otra, con cada campanada como manda la tradición. Al finalizar brindaron con los champán, y solo después de felicitar el año a cuantos les rodeaban, sacaron los papeles.

Pensaron en todo, con el estruendo que se oiría en ese momento, nunca entenderían lo que el otro quería decir, por eso en  vez de contarlo, lo escribieron, así, además lo descubrirían los dos a la vez.

Legó el momento. Cada uno sacó su hoja de papel. La desdoblaron cuidadosamente. Eran las dos blancas, dos simples folios que lo contenían todo.

"Me voy a trabajar dos años a Londres. Hay dos puestos, ¿Vienes conmigo?"
"Estoy embarazada" 

En el momento que tomaron conciencia de lo que significaba lo que cada uno había puesto se dieron cuenta de que su camino se unía o se separaba ahí.

Sino fuera por el bebé ni se lo pensaría, pero ya tenía un puesto de trabajo fijo, y lo más sensato era quedarse.
Por otra parte, él estaba en paro, y era la oportunidad de su vida.
Decidieron no pensar por esa noche, disfrutarla juntos, ya pensarían lo que iban a hacer. 

*****************
Cuatro años más tarde

Estaban de nuevo frente al reloj de la puerta del sol. La decisión que habían tomado cuatro años antes les llevó de nuevo hasta ahí.
Después de mucho meditarlo, finalmente el declinó el trabajo, y como estaba en paro, se fue a vivir a Zaragoza. Ahora tenían algo importante que preguntarse, y para descansar un poco del pequeño Marco, habían ido a repetir experiencia.

Volvieron a sonar los cuartos, volvieron a sonar las campanadas, volvieron a brindar y a felicitar el año nuevo, y solo después de hacer eso desdoblaron los papeles de nuevo.

"Cásate conmigo"- Él
"Cásate conmigo"- Ella

viernes, 27 de diciembre de 2013

Miradas que dicen todo.

Después de tanto tiempo, hemos aprendido a convivir con las miradas de envidia que mucha gente nos manda.
¿Por qué lo hacen? Porque ellas no han sido capaces de conquistarte a su manera como lo he hecho yo.
Nunca entenderé qué fue lo que hizo que te fijaras en mí, no sé si fue una mirada, una palabra, un gesto o una sonrisa.
No hace falta que me expliques qué pasó para que me mirases de otra manera, para que me besases cómo si no hubiese mañana, para que me abrazases por si al día siguiente no me veías.
No quiero saberlo por la sencilla razón de que tú tampoco quieres saber mi parte. Alguna vez me has oído decir que tus manías me encantan, que tu risa me fascina, que tu sola presencia me hace feliz.
Lo único que quiero que sepas es que no quiero perderte nunca, que eres más que la razón de mi sonrisa, más que las ganas de madrugar, más que todas las cosas que una persona puede soñar. Porque no sé cómo explicarle al mundo entero que te quiero y me apetece un futuro a tu lado.
Quiero decirte que gracias por estar ahí en todo momento, por hacerme entender que una mirada puede valer más que mil palabras, por sacarme una sonrisa a diario, por aguantar mi mal humor, simplemente GRACIAS por hacerme feliz y por no cansarte de darme un abrazo, un beso, una caricia. Que sepas que me siento la persona más afortunada del mundo. Que no necesito más que una llamada o un mensaje para saber que todo está bien.
Porque yo soy la única que entiende tus caras, tus miradas y tus picadas. Me has dicho que solo la gente que te conoce bien, como yo, entiende tu comportamiento. Eso me consuela haciéndome saber que nadie entenderá lo que les dices con la mirada, porque hablar con la mirada es una de tus especialidades.
No quiero ver cómo te vas sin mí, mirándome y asegurándome que me quieres y que tu marcha se debe a que lo nuestro no tiene ni pies ni cabeza.
-Vuelve y sigue aquí luchando por tus sueños –te pido mientras te alejas.
-¿Para qué? ¿Para qué la gente siga haciéndome daño cuando te dice algo a ti?
-Sabes que paso de ellos, que, aunque me duela, me hace fuerte.
-No podemos estar juntos. Sabes que te haré daño en cualquier momento.
-No digas tonterías. En ningún momento me has hecho daño y sabes que las cosas no van a cambiar.
-Sí, las cosas cambiarán el día que les diga algo.
-Mándales una mirada y déjales planchados a todos.

No me haces caso y sigues alejándote. Mientras lo haces, empiezo a tararear nuestra canción porque me quedo sentada frente al mar, mirando las olas y pensando en ti y en la manera que te conocí.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Uñas Navideñas

Uñas sencillas, fáciles de hacer en tres sencillos pasos, en cada uno hay que dejarlo secar, espero que lo disfrutéis
Si queréis ir un paso más, en la próxima entrada enseñare como hacer el comecocos y sus cocos.
Felices Fiestas

Una Rana De Otro Mundo

miércoles, 25 de diciembre de 2013

 El recuerdo de unas Navidades en familia.



Cada familia tiene sus pequeñas tradiciones y la mía no iba a ser menos.
Cada Navidad tíos y primos nos reuníamos en la gran casa de la tía Espe.
Para la mirada de alguien ajeno a nuestra familia aquello podría resultar un caos, pero para nosotros no lo era en absoluto.
Si cierro los ojos aún puedo ver a mis tías poniendo la mesa, a mis tíos charlando animadamente con mis primos mayores y a los más pequeños jugando y mirando el mundo con los ojos de la inocencia.
Si me concentro lo suficiente puedo oír el cantar de los pájaros que parecen entonar su más bonita melodía para acompañarnos en la fiesta.Puedo oír a mi tía Loli riñiendo con mi hermano.Puedo oír a la verde hierba creciendo bajo la escarcha.Puedo oír un conjunto de voces que conversan todas a la vez.Puedo oír las risas, la felicidad y la vida.
Cuando pienso en lo que la palabra "familia" significa, se me vienen a la memoria recuerdos como los de aquellas Navidades en Mogro.

Era un canto a la vida. Algo así como dar gracias por estar un año más juntos, por las experiencias vividas, tanto las que nos hicieron un poco más fuertes como las que nos hicieron mucho más felices. Era mirar las caras de los hijos de mis primos y contemplar los pequeños grandes milagros que la vida nos había brindado. Y creo que secretamente, más allá de motivos comerciales o religiosos, ese era el motivo de nuestra celebración.

Las Navidades tan solo eran una tapadera, la verdad era que necesitábamos dar las gracias por tanto.
Y es que no podíamos evitar sentirnos así. Hasta podía verse en los ojos de los más pequeños ese sentimiento que en parte era alegría y en parte gratitud.

Ver como disfrutábamos todos de nuestra familia era lo que lo hacía tan especial y tan único.

A veces me gusta pensar en nuestra familia como una de esas  de las comedias americanas, porque nuestra locura solo era comparable con la grandeza de nuestros corazones. Y es que, si debo ser sincera, a veces o más bien casi siempre, nuestro comportamiento se podría tachar de cuanto menos excéntrico, pero eso formaba parte de la tradición y de la confianza.

Estoy casi segura de que mis primas en alguna ocasión parecían sumergirse en una competición por ver quién mataba más insectos alados con el matamoscas. Mis tías y mi madre tenían que hablar de enfermedades y desgracias, eso era superior a sus fuerzas. Mis tíos y mis primos depúes de la comida jugaban a la tradicional partidita de cartas mientras tomaban una copita o lo que se terciase en aquel momento y tras ella mis primos mayores les echaban un partido de futbol a sus hijos con normas inventadas.
Y yo, yo no he podido apartar la mirada nunca. Eso sería perderme los detalles, los gestos y las sonrisas.

Cuando pienso en el futuro no puedo evitar pensar en que esto algún día se acabará y que echar un vistacito a estos momentos me será reconfortante y me hará feliz. Esa es la magia de los recuerdos.
Por eso, no quiero perderme de nada y necesito grabarlo todo en mi memoria.

Después de todo la familia son esas personas que están contigo cuando el mundo te ha dado la espalda.
La familia no tiene que ser de sangre, porque la sangre a veces te falla pero con "tú familia" tienes la certeza de  que eso nunca pasará. La familia implica algo más que unos apellidos, ADN o afecto. La familia es lealtad, fe, convivencia y memoria.

Puede que mi familia sea una locura o haya quien piense que es un desastre pero cada uno de nosotros tiene ese punto de excentricidad y esa chispa de alegría que se vislumbra en nuestros ojosy que hace que el mundo de menos miedo.

Mi familia es indescriptible y si intentara asignarla algún calificativo probablemente no haría justicia.

martes, 24 de diciembre de 2013

Navidad

                       Cerró los ojos, sintió el calor de la chimenea, vio el gran árbol colocado en la parte central del salón. Tenía colgadas de cada rama una bola, de colores diferentes. En la punta, una gran estrella, y en cada extremo de esta, la foto de un miembro de la familia.
                 
              Adornando los cuadros del salón, espumillones de colores. La mesa, decorada con flores, velas y con la mejor cubertería dispuesta para ser utilizada. Se oían risas desde las habitaciones, pertenecían a los pequeños de la familia. Sintió la cintura de su mujer entre los brazos.
                       
              Apareció por la puerta del salón su hermana con una bandeja llena de comida, detrás de ella su cuñado con las bebidas, diciendo a gritos a los dueños de las risas que fueran a cenar. Una sonrisa asomó a su cara, era feliz.
                       Entonces abrió los ojos y una lágrima se deslizó por su rostro. Estaba rodeado de una oscuridad inmensa, las paredes estaban vacías, no había cuadros, ni árbol de navidad. No se oían risas y la mesa no estaba preparada.
                      Entre sus brazos, aire. Lo único que allí había eran las paredes desnudas de una celda vacía.

-Nick, tienes visita- le anunció el guardia de seguridad.

                      
                     Salió sin mucho entusiasmo, le quedaban al menos 30 años, por atropellar al ex novio de su mujer, que la acosaba. No podía recibir visitas, solo en Navidad. Y la única persona que lo sabía era su abogado.
                     
                     Entró en la sala y había un pequeño papá noel. No mediría mucho más de un metro y le sobraba traje por todos lados. Aún así, el rostro de Nick se iluminó.

-JOJOJO; tenemoz uno dregalo para el mejor tio del mundo mundial. Noz lo ha periro alguien que te quere mucho.

                   
                     Escondió las lágrimas tras una sonrisa al reconocer bajo la barba sintética y el traje seis veces mayor que él, a su sobrino Jake.

-Pero yo este año he sido malo, no me merezco un regalo, me merezco carbón.


-Tu erez tonto. A mi me han dicido que te haz podtado tan bien con la tía Mery que te han dado unaz vacacionez.


-Oye y por casualidad- dijo entre carcajadas- tu no sabrás donde está


- Papá noel lo zabe todo. Ezta afuera ezperando a que te de el dregalo


Bueno, entonces dámelo ya, que no hay que hacerla esperar- dijo impaciente por verla-dime,¿ ese regalo, por casualidad no será un niño guapísimo llamado Jake?

                     El niño, se acercó al hombre con aires de confidencialidad, como quien guarda un gran secreto, le susurró al oido:

-Tio Nick,no digas nada, pero soy yo, Jake, papá noel no ha podido venir.

                     
                    En ese momento, le cogió en brazos con una carcajada y comenzó a jugar con él como siempre hacía. De pronto escucharon una puerta cerrarse y allí estaba ella.
                    
                   Una mujer de unos treinta años, pelo moreno, ojos marrones oscuros y rasgados. Labios gruesos y una sonrisa que iluminaba toda la habitación.
                     Se lanzó a abrazar al hombre y al niño, fue un abrazo de profundo amor y sincero agradecimiento.
                  
                      El pequeño se soltó del abrazo, le entregó una bolsita de regalo y besó la mejilla de ambos. Después corrió hacia su madre dejando a sus tíos intimidad.
                    
                    Cuando la puerta se cerró, se fundieron en un beso, en el que depositaron toda las palabras guardadas en ese año. Todo el amor, la frustración, el anhelo, la añoranza, la preocupación.....TODO
                   
                     Hablaron sobre lo que había pasado dentro y fuera. Se abrazaron y entre beso y beso se pasó la hora.                                                                                               *******************
                   Una vez dentro de la celda, abrió la bolsa y encontró una carta de su esposa, un dibujo de Jake y la estrella del árbol con las fotos de los miembros de la familia en cada extremo.
                   
                "Querido Nick:
                 De hecho, más que querido amado. Nunca podré agradecerte todo                  lo que has  hecho por mi.
                 Viví con miedo durante más tiempo del que debería y cuando por                    fin me decidi a hacer algo, pagas tu por mi.
                Eres un gran padre, tanto que ya sin que tu hijo nazca lo proteges                  no dejando que su madre entre en prisión. Pero no puedes borrar                    que fui yo quien pisó el acelerador.
                Siempre ponías tu la estrella en el árbol, pensamos que es justo                   que la tengas, te lo mandamos con nuestros más sinceros deseos                  de que a traigas pronto de vuelta.
                Te echo muchísimo de menos. Cuando tengo frías las manos,                       cuando necesito un abrazo, cuando la cama se me hace grande...                   Te echo de menos en cada pequeño momento. Aún conservo el                      último posit de la nevera, dos simples palabras que aún me
                hacen llorar: os amo.
                Siempre te esperaré, te esperaremos. Y aunque esta navidad no te                sientes a mi lado, sé que estarás conmigo porque no puedo sacarte                de mi mente.
                    Nunca olvides que te quiero más que a nada
                                                                                                                                                                                                                                              Mery"  

sábado, 21 de diciembre de 2013

Sonreír

"Sonreír a los problemas, esa es la actitud"
Porque, en ocasiones, una sonrisa cambia el estado de ánimo de una persona. Ésta no cuesta nada y produce muchas sensaciones. No dura mucho, suele ser un instante, aunque, depende de quién te sonría, su recuerdo puede llegar a ser eterno. Todo el mundo tiene derecho a sonreír, ya que nadie es demasiado rico para prescindir de ella ni nadie es demasiado pobre como para no merecerla. No se puede comprar, ni prestar, ni robar, pues es una cosa que no tiene valor hasta el momento en que se da.
En ocasiones, sonreír no significa ser feliz. Muchas veces, es sinónimo de fuerza, de saber seguir adelante a pesar de todo. Enriquece a quienes la reciben, sin empobrecer a quienes la dan.
Da felicidad en el hogar y apoyo en el trabajo, es el símbolo de la amistad. Una sonrisa da reposo al cansado y anima a los más deprimidos. Y si alguna vez te tropiezas con alguien que no sabe dar una sonrisa más, sé generoso, dale la tuya. Porque nadie tiene necesidad de una sonrisa como el que no puede dársela a los demás.
Chica Blue

viernes, 20 de diciembre de 2013

CupCakes de Oreo :3


INGREDIENTES:
Huevos
160 g Azúcar
120 g mantequilla
2 cucharadas de cacao
1 cucharada de levadura
1 cucharada de extracto de vainilla
70 ml leche
8 galletas oreo troceadas

PREPARACIÓN:
En un bol, mezclamos bien la leche con el extracto de vainilla. 
En otro bol tamizamos la harina, cacao y la levadura.
Mezclamos en el primer bol, introducimos las galletas oreo y lo mezclamos
 A continuación, batimos la mantequilla y el azúcar hasta que quede cremoso añadimos uno a uno los huevos y la harina el cacao y la levadura tamizada. Por último añadimos el primer bol, bien revuelto. 
Repartimos en los moldes para cupcakes  y al horno a 180 durante 25min (aprox) 
y ya están listas. podéis poner todo tipo de decoraciones.

Espero que lo disfrutéis

 

              Una Rana De Otro Mundo 

jueves, 19 de diciembre de 2013


De poco sirven los “lo siento” si las situaciones no cambian

Debería estar acompañándote al hospital, debería de estar cogiéndote de la mano y diciéndote que todo estará bien. En lugar de eso, te he dejado solo, y no puedo evitar sentirme culpable. Dios sabe que no ha sido una decisión fácil. Pero tenía que hacerlo, es mi obligación luchar por nuestro futuro, aunque supongo que también lo es estar a tu lado cuando más me necesitas.
He tratado de justificar mi error para no sentirme así, pero los remordimientos fuerzan mi consciencia. No paro de pensar en ti, en cómo estás y en si me podrás perdonar algún día. He obrado egoístamente y me he tratado de engañar a mi misma diciéndome que lo hice por nosotros, cuando lo hice exclusivamente por mi.
Espero que no me odies porque ahora mismo eres la única persona con la que cuento. Eres mi principio porque aunque ya había amado otras veces, no supe lo que era el amor hasta que te conocí. Eres mi fin, porque sé que haría cualquier cosa por verte sonreír, y eso, lejos de asustarme, me hace sentir extrañamente tranquila.
Sé que no tendrás recuerdo de la operación de hoy, pero estoy convencida de que en el fondo, un resquicio de tu alma sabrá que te he traicionado.
No sé si podré volver a mirarte a los ojos sin sentir esta angustia en el pecho y estas ganas irrefrenables de romper a llorar.
Debí haberme planteado que no hay futuro al que ir si no hay un presente del que partir, y eso aunque no me lo reproches siempre será una espinita hundida en mi garganta que no me deja respirar.
Es tarde para pedirte perdón, es inútil prometerte que no volverá a pasar. También sé que llorar no servirá de nada. Lo único que me queda es mirarte a los ojos, abrazarte con todas mis fuerzas y hacer todo lo posible por estar contigo en la larga y dolorosa recuperación que te espera, que nos espera, porque el día en el que me dijeron que venías supe que a partir de ese momento ya no era yo sola, y desde entonces fuimos tú y yo.
Aunque el cáncer vaya ganando la batalla, nosotros ganaremos la guerra, de eso no te quepa la menor duda. Aunque tu madre se haya asustado, ahora está aquí para asegurarse de que la ganamos.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Tiempo

           
          Volvió a traspasar la puerta por la que llevaba varios meses accediendo al local. Volvió a sentarse en aquella mesa frente a la puerta, se acercó el camarero y le sirvió un caopuccino caliente, igual que en los últimos meses.
           Acto seguido entró él. Un hombre alto de mirada oscura y sonrisa anhelante. Tenía barba de varios días que ocultaba gran parte de sus rostro y las cicatrices que lo surcaban. El mismo de los meses pasados, pero esta vez no escogió para sentarse la mesa que había entre la mesa de ella y la puerta, esta vez eligió la silla que quedaba vacía en la mesa de la mujer.
           Al fondo, observando la escena el camarero sonreía, llevaba meses viendo como se sentaban cada uno en una mesa mirándose durante largas horas, saliendo después por separado. Todos habían podido apreciar que algo estaba surgiendo, excepto los protagonistas.
         La mujer, que se encontraba leyendo cuando el hombre se sentó, levantó la mirada, se encontró con la del hombre de los ojos oscuros y casi sin darse cuenta comenzó a sonreír.
         Estuvieron toda la tarde hablando sobre cosas sin sentido, sobre sus gustos, sobre lo solos que se sentían y que la razón de que cada uno frecuentase esa cafetería, era el otro.
         Cuando llegó la hora de volver a casa, salieron juntos esta vez, el hombre se ofreció para llevarla a casa y ella aceptó encantada.
         Justo en el momento que cruzaban la calle para llegar al coche, un vehículo se cruzó de carril. Él echó a correr tirando de ella. Parecía que podía evitar el golpe pero ella se había puesto su mejor vestido, con sus tacones más altos, por ello su velocidad no fue suficiente, y quedó atrapada entre dos coches.
         El impacto fue tremendo, tanto, que aunque los médicos de la ambulancia consiguieron reanimarla, ella quedó en coma.
         El hombre de los ojos oscuros la acompañó en la ambulancia. Cuando llegaron al hospital pidió una cama contigua. Durante los primeros días no la dejó sola nada más que para asearse, la terminó de leer el libro que estaba leyendo cuando se encontraron en la cafetería, de vez en cuando la cantaba con su profunda voz canciones que sonaban en la radio....
         Uno de esos días la luz del sol lo despertó bañando su rostro. Esa misma luz iluminaba los cabellos de ella que le enmarcaban el rostro, haciéndola tan joven y bella como cuando la conoció, eso hizo que sintiese una angustiosa necesidad de confesar:
-Mi pequeña Eva -suspiró más que dijo- verte en esa cama, ver como tus ojos se mantienen cerrados día a día, me duele más de lo que puedas llegar a imaginar. Crees que me conociste por casualidad en aquella cafetería, que me acerqué a ti por primera vez el día del accidente, pero no es así. Me conociste hace más de ocho años. Yo era un joven alocado, según tus propias palabras apuesto, no te gustaba mi barba, decías que me hacía mayor, tal vez por eso me la dejé crecer antes de presentarme a ti de nuevo... Nos conocimos un día en una fiesta, y me quedé prendado de tu sonrisa, a las pocas semanas de conocernos comenzamos a salir, tus padres me odiaban- acompañó esta frase con una carcajada- decían que estaba muerto de hambre y que no te daría una boda digna de ti. Por eso hice lo que hice, por eso me metí en asuntos feos para conseguir una boda ensueño y lo único que conseguí fue tener que huir antes de la boda con una amenaza de muerte en los talones. Soy yo, Alex. Te he echado muchísimo de menos. Lo siento, te amé, te amo y te amaré siempre, perdóname por favor.
             Se acercó a ella y depositó un beso con el sabor salado de sus lágrimas. Un beso delicado pero que llevaba en él todos los años de huida, de vivir escondido..... de amor real y profundo.
             Cuando se separó de ella el monitor se disparó, el corazón de ella comenzó a latir aceleradamente. Abrió los ojos, sonrió y todo se apagó antes de que la enfermera llegase,había muerto. De sus ojos oscuros comenzaron a brotar lágrimas, echó a correr hasta quedarse sin aliento, gritó, fuerte, muy fuerte, hasta quedar vacío, un vacío que se llenaría con dolor.
                            * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
Varios años después
               Respiró hondo, se armó de valor y llamó al timbre. El joven que se encontraba frente a la puerta de la casa sabía que el propietario tenía fama de ser huraño y desagradable con el resto de los vecinos. Pero aún así tenía que arriesgarse.
               El hombre que salió a abrir tenía barba de al menos una semana y llevaba ropa de estar por casa.
- ¿Quién eres y por qué me molestas?
- Perdone, mi abuela que murió hace un par de años me dijo que usted conocía a mi madre y que si algún día tenía algún problema viniera aquí. Resulta que me han echado de casa de ella y quería saber si usted me acogería aquí hasta que encuentre algo.
- ¿A tu madre?
- Sí, se llamaba Eva.
-¿Eva?- ese nombre le dolió más de lo que nunca reconocería- ¿Cuántos años tienes chico?
- 28 señor
-Si mis cálculos no me fallan, cuando tu madre falleció tenías 8 años.
- Si señor, mi abuela me acogió en su casa y he vivido este tiempo con ella
                 Algo le golpeó en el pecho, con una fuerza desmesurada. ¿8 años? Cuando la vió por última vez, hacía 8 años que tuvo que huir dejándola. Eso significaba, ¿era su hijo?
-¿Sabes cómo se llamaba tu padre?
-Claro, me llamo Alex, mi madre me lo puso por él
              Después de 20 años, el viejo sonrió, abrazó al joven depositando en él la última esperanza de su felicidad.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Sé que te quiero.

Lo nuestro está siendo demasiado complicado. Son demasiados recuerdos los que, a diario, acuden a mi mente para recordarme que acabo de salir de una relación y que no lo tengo superado.
Puede que esté siendo egoísta al querer que estés a mi lado y desear que su recuerdo permanezca junto a mí, pero has de darte cuenta de que, a su lado, he vivido un montón de cosas que no se volverán a repetir. Sé que nos hemos querido, nos hemos odiado, hemos pasado el uno del otro, pero nada ni nadie conseguirá llenar este vacío que él ha dejado en mí. Reconozco que te quiero, desde que te conozco he sentido algo especial por ti, pero, de momento, no puedo quererte igual que le he querido a él.
Ahora, sentada en el suelo de la misma habitación en la que hemos discutido y te he pedido que me dejases sola, me derrumbo y me doy cuenta de que no he sido justa. Desde que he vuelto de mi viaje a Madrid, hay algo que no me cuadra en ti y en tu manera de ser. ¿Qué te ha pasado? No eres el mismo de siempre, alegre, dicharachero, contagiador de sonrisas… Más bien parece que tu alegría se haya convertido en rabia contenida por mi manera de tratarte durante los dos últimos años de la carrera.
De pronto, me levanto y voy al salón con la intención de llamar a Deva, una de mis mejores amigas, para hablar un rato y desahogarme un poco. Tras marcar el número de su casa, trato de relajarme un poco por si no me le coge ella.
-¿Dígame? –pregunta una voz femenina, que intuyo que pertenece a su madre.
-¿Está Deva?
-Sí, ahora mismo se pone.
Durante los segundos en los que tarda en ponerse, sigo pensando todo lo que ha pasado con Carlos. Cuando se pone, me pregunta sobre lo que ha pasado, porque, nada más saludarme, se ha dado cuenta del motivo por el que la he llamado. Empiezo a relatar todo lo acontecido en mi casa y me pide que me calme, que, en un cuarto de hora, se presenta en mi casa para darme el apoyo que necesito. Antes de que me cuelgue, la doy las gracias por ser tan buena amiga, que no sabría qué hacer sin ella.
-Nena, no me tienes nada que agradecer. Las amigas estamos para eso.
-Tú eres más que una amiga. Eres la hermana que nunca tuve.
-Ahora enseguidita me tienes allí y hablamos más tranquilamente.
Cuelgo con una pequeña sonrisa en la cara. Todo gracias a ella, si es que es un amor de persona. Como para no quererla. Con la misma enciendo la tele y me siento en la parte de sofá en la que suele sentarse Carlos.
Sin quererlo, noto como si él estuviese a mi lado, haciéndome cosquillas en la tripa, achuchándome como si fuera un peluche, dándome besos y acariciando mi cara con esa barbita de tres días que suele dejarse y que tanto me encanta… De pronto, me despierto de mi “sueño” a causa del timbre de abajo. Me levanto del sofá y, tras descolgar el telefonillo, pregunto a ver quién es. Es Deva, que me contesta con su mítico “la más chula de Puertochico”. Espero en la puerta mientras sube por las escaleras con esa felicidad que transmite. Nada más verme, me da un abrazo de esos que quitan las penas a todo el que las tenga. Nos sentamos en el sofá y me pide que la cuente, con pelos y señales, todo lo que ha tenido lugar esa tarde. Me cuesta un mundo contarla todo, pero lo consigo.
-No puedes permitirte el lujo de perderle. Os ha costado horrores estar juntos. Reconozco que yo era una de esas personas que no daba un duro por vosotros dos, pero me doy cuenta de que estaba totalmente equivocada. Sois un ejemplo a seguir.
-¿De verdad piensas eso? Siempre tuve una pequeña esperanza de poder ser feliz a su lado, pero, tras empezar con Sergio, me dio la sensación de que Carlos no sentía lo mismo que yo.
-Eso es verdad. Cuando empezaste con Sergio, a Carlos le pasó lo mismo que a ti. Pero bueno, no estamos hablando de Carlos y tú cuando empezaste con Sergio. Estamos hablando de lo que os ha pasado esta tarde. ¿Puedo darte un consejo?
-Te conozco lo suficiente y sé que, aunque te diga que no, me le vas a dar.
-¡Muy graciosa! Yo esperaría a mañana, que ya estarás más relajada, y le llamaría.
-Espérate, que no me aclaro. ¿Qué le llame? ¿Para qué?
-Trágate tu orgullo y tu cabezonería. Eso es lo que fastidia muchas relaciones.
En ese instante, se levanta del sofá y me da un abrazo. La doy las gracias por ser así y la pido que se quede en mi casa, alegando que, si me quedo sola, puede que cometa errores fatales. Ella acepta y me comenta que va a llamar a su madre para avisarla de que se va a quedar a dormir aquí.
Mientras Deva habla con su madre, la pongo unas sábanas en la habitación en la que se va a quedar a dormir. Nada más descubrirme, se ofrece a ayudarme a terminar.
-No necesito tu ayuda. Eres mi huésped y me veo en la obligación de hacer esto.
-No es justo que me hagas la cama. Yo también sé hacerla.
-En esta vida hay muchas cosas que no son justas y no podemos hacer nada para cambiarlo.
-Eres una cabezota, pero te quiero.
Termino de preparar la cama y me dirijo a mi habitación a buscar un pijama para prestar a Deva. Cojo dos y la dejo elegir el que más la guste. Se queda con el que, para mi gusto, es el más bonito. Se compone de una camiseta de tirantes de color rosa palo y un pantalón corto blanco. Al cabo de un rato, aparece en el salón con el pijama puesto. Al verla, comento que la queda genial. Se sonroja y me da un pequeño beso en la cabeza.
-¿Sigues pensando que mañana he de llamar a Carlos? –pregunto a la vez que, con el mando en la mano, hago zapping y busco algo interesante.
-Sí. Sabes que es lo mejor, le llamas y arregláis las cosas.
-Pero…
-Ni pero, ni leches. Mañana, después de desayunar, coges ese “pepino” que tienes por móvil y le llamas.
-¡No sé lo que haría yo sin ti!
-Definitivamente, nada.
Seguimos hablando durante media hora y, tras ver que Deva bosteza de tal manera que parece un hipopótamo, decidimos irnos a dormir. Observo como se mete en la cama y, tras darla un abrazo de buenas noches, apago la luz y me voy yo a la mía.

Echo de menos su presencia y me pongo a pensar en él, en cómo lo estará pasando sin mí e, inconscientemente, me echo a llorar. Reconozco que le quiero, que sin él no podría estar, pero, ¿de verdad podría volver a su lado sabiendo que voy a hacerle daño?

Chica Blue.

viernes, 13 de diciembre de 2013


 

Puntos que brillan bajo un cielo negro.


Cuando Aarón alzó la vista solo había vacío. Los sueños habían muerto ya hace mucho tiempo. La vida no le importaba ¿y lo peor? El mundo seguía girando.
Las estrellas dejaron de ser viejas leyendas atrapadas en astros ardientes, ahora tan solo eran pequeños puntos que brillaban sobre un cielo negro.
Aarón parecía ser el único en darse cuenta, el mundo había perdido la magia y al mirar a sus amigos y familiares comprendió que de la vitalidad que se vislumbraba antaño en sus ojos, ya no quedaba nada. NADA “¿Qué hay peor que eso?” pensó. Cuando tu mente no te permite sentir nada es porque ya no puedes con tanto dolor. Y cuando esa abulia te consume, lo único que irónicamente te salva es el poder sentir. Algo, lo que sea, rabia, tristeza, un puñetazo en una pelea, un cosquilleo cuando la persona que te gusta te sonríe…                                                                                         Por eso cuando ya nada te importa, es cuando peor te sientes y es entonces cuando crees que el valor de tu vida está en rebajas.
Y lo peor es que ese momento es el instante exacto en el que empiezas a tener consciencia  de que estás solo, completa y absolutamente solo. Te das cuenta de que la vida en sí es un accidente  y de que en realidad, no le importas a nadie porque cada persona busca la mejor forma de sobrevivir a esta sociedad hipócrita en la que vivimos.
Aparentan ser fuertes, aparentan su risa, aparentan inteligencia, seguridad y hasta a veces se creen su propia mentira, aunque la verdad sea muy distinta y se sientan tan solos como tú, tan vulnerables como tú, fingen sonreír para que nadie vea sus lágrimas y cuando se dan cuenta de su propio engaño, ya es tarde, lo único que les reconforta es buscar a una persona a la que crean más débil, estúpida e insegura. Pero lo que nuestro joven protagonista se preguntaba era “¿Quién es el débil?¿el que finge por miedo a que le hagan daño o el valiente que se atreve a mostrarse tal cual es, el que revela al mundo lo que siente y piensa? ¿el que se refugia en el dolor ajeno o el que a pesar de su propio dolor se preocupa de manera sincera  por los demás?¿El orgulloso o aquel que deja a un lado su orgullo y lucha por aquellos que quiere?”
A ese sujeto en nuestra sociedad se le tacharía de débil y necio pero lo irónico es que cada individuo se considera ese pelele etiquetado por los demás. Los verdugos se consideran víctimas y las auténticas víctimas ya no importan. Pero ¿Dónde quedaron las personas? Aarón tenía razón y la humanidad había muerto hacía ya mucho tiempo y  con ella la belleza del mundo, de las artes, de las ciencias y al fin de al cabo de la vida. Pues cuando una persona deja de ser quién es para convertirse en masa, pierde su esencia, y la originalidad y los sueños se convierten en simples puntos brillantes bajo en cielo negro a los que ya  no le importan a nadie.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Lo que moja la lluvia

            "Tras publicar su primer libro, Cecilia, una joven incapaz de librarse de los demonios de su pasado, recibe la inesperada oferta de un misterioso editor francés: escribir su segunda novela en un apartamento a su disposición en el corazón de París.

         Impulsiva, Cecilia acepta. Para su sorpresa, una vez allí, descubre que el piso es una réplica exacta del que aparece en su novela y que el editor es su vecino, un hombre que le atrae mucho pero que, por algún extraño motivo, despierta en ella temores dormidos y abre una vieja herida que se resiente con la lluvia."
          Cuando cierras los ojos para absorber los detalles, cuando el punto final te produce mal estar porque necesitas más, cuando te lo releerías una y otra y otra vez, ahí es cuando te das cuenta de si un libro te ha llenado o no.
          Para mi este libro ha sido especial por muchos motivos.
          El primero de ellos que me ha enseñado a conocer una ciudad sobre la que conocía muchos tópicos que no dan la apreciación exacta a la ciudad. Con este libro he aprendido a querer conocer París, a querer vagar por sus calles sin rumbo fijo y admirar sus paisajes y el romanticismo que parece respirar.
          Otro de los motivos es que para mi, cada momento de lluvia es especial. He aprendido a hacer cada día lluvioso en un día especial.
          Cada página que leía sentía la necesidad de leer más, de sentir más.
          Particularmente comencé a leerlo por su autora. Cuando supe que había escrito un libro, busqué la reseña, me intrigó y tuve unas tremendas ganas de leerlo. No me defraudó. Todas las expectativas que tuve se cumplieron.
          No solo me gustó la historia que cuenta, también la forma en que está escrita. Como narra la historia, sin dar giros que no significan nada y hacen que no llegues a ninguna parte. Le da sentido a todo lo que dice, y todo tiene una verdad oculta.
         En conclusión, es un libro de los que no puedes dejar en la estantería de libros sin leer. 

martes, 10 de diciembre de 2013

Tenemos un problema.

Todo ha terminado. Dos años y medio tirados a la basura. Los dos nos hemos cansado de estar al lado de la otra persona. Cada vez que hacíamos el amor, notábamos que la pasión se había congelado, se había ido para no volver.
Recoges tus cosas y las vas metiendo en el coche para volver a casa de tus padres, a los que se les hace extraño volverte a tener en casa. Antes de irte, me aseguras que, pase lo que pase, no olvidarás todo lo que hemos vivido juntos.
De pronto, empiezo a sentirme mal y las ganas de vomitar se apoderan de mí. Entro al baño y me arrodillo para que la comida vaya fuera. Esto me lleva pasando varios días, pero nadie lo sabe. Bueno, Alberto ya lo ha visto.
-¿Pasa algo?
-No te preocupes –miento-, es la primera vez que me pasa.
-¿Y si es algo grave?
-Alberto, que no te preocupes. Ya no formo parte de tu vida, así que, por favor, olvida lo que acabas de ver.
-Vale, como quieras, pero, si te vuelve a pasar, avísame.
Le pongo dos dedos en los labios para que deje de hablar. Lo que menos necesito en estos momentos es que siga aquí. Necesito que se vaya y que me deje estar sola.
Llevo varios días con el cuerpo raro, además, aún no he tenido el periodo, cosa que no se me hace demasiado extraña, ya que nunca me viene regular.
Cuando veo que Alberto se aleja, poco a poco, con el coche, mi mano va, de manera instantánea, a la tripa. Ella es la culpable, por así decirlo, de que yo no me encuentre bien.
Pasan un par de días en los que apenas salgo de casa. Me los paso viendo películas e ingiriendo palomitas y galletitas saladas.
De pronto, alguien llama a la puerta. Voy a mirar y veo a Clara, mi mejor amiga. La abro y me tiro a sus brazos. Me comenta que tengo un estado pésimo y que, lo mejor, es que nos vayamos a dar una vuelta.
-No estoy de humor.
-Cielo, no te puedes quedar encerrada en casa. Sabes que, si lo haces, pensarás constantemente en él, y no te conviene.
-¿Sabes que es lo que pasa? Que necesito estar cerca del servicio, llevo una semana vomitando prácticamente todo lo que como.
-No estarás preñada, ¿no?
-Bestia. Eso es imposible. Además, si eso fuese cierto, te aseguro que no me vería con fuerzas para seguir adelante yo sola.
Me atrevo a confesar que no he tenido el periodo, y que tenía que haberle visto hace varios días. Mi amiga me pide que la espere en casa, que va a buscar algo de comida y que enseguida vuelve para hacerme compañía.
Cierro la puerta y me siento en el suelo a llorar, porque cada minuto que paso metida en esa casa, me le paso pensando en todo lo que Alberto y yo hemos vivido allí. Todas las esquinas de la casa son momentos a su lado. Dos años y medio que, por culpa de la rutina, nos ha impedido ser lo felices que quisiéramos. Además, esos dos años y medio se han quedado en nada, convirtiéndose en recuerdos vacíos.
El timbre me saca de mis pensamientos. Descubro a Clara con dos bolsas llenas de paquetes de galletas de chocolate y con alguna bolsa de patatas. También me la encuentro con el test de embarazo.
-¿A qué viene esto?
-Quiero asegurarme que tus vómitos no tienen nada que ver con una futura panza, panza que me hará tía.
-Definitivamente, no sé qué haría sin ti.
-Te aseguro que, sin mí, estarías aquí encerrada y no te harías esto, porque nos conocemos y sé que no irías a comprarlo.
La doy un abrazo y me voy al baño. Los recuerdos vuelven a invadirme. Allí fue donde lo hicimos por primera vez, metidos en la bañera llena de espuma. Sonrío melancólica y voy al ataque.
Nada más descubrir que, en efecto, estoy embarazada, pego un chillido. Clara viene corriendo al baño y me ve, sentada en el suelo, con la cabeza entre las rodillas, llorando. Me pregunta lo que me pasa y no soy capaz de pronunciar las dos palabras que tengo que decirla. Varios minutos después, consigo relajarme y la digo que, dentro de nueve meses, voy a tener un bebé en mis brazos.
-¿Y Alberto? ¿Le vas a llamar para contárselo?
-No quiero que piense que estoy desesperada por él.
-Cielo, es el padre de la criatura que se está formando ahí dentro.
-No me veo con fuerzas. Clara, tía, entiende mi postura. Hace un par de días que lo hemos dejado y no me veo capaz de llamarle y contarle que va a ser padre. Sé que me va a mandar a tomar vientos, porque es lo que me merezco.
-Inténtalo, no pierdes nada. Además, sé que se lo va a tomar bien y va a volver a tu lado. ¿O no es lo que quieres?
-Sí y no. Quiero que vuelva porque él me ha enseñado a amar, pero, a la vez, no quiero que vuelva. Sé que nuestra relación no tiene futuro alguno.
Mi amiga se queda en casa hasta la noche y consigue convencerme de que le dé la buena noticia a Alberto.
Al día siguiente, por la tarde, Alberto llega a casa para terminar de recoger sus cosas. Le veo rebuscando en su armario y sonrío.
-¿Qué tal va esa tripa?
-A ratos, aunque, ahora que la mencionas, hemos de hablar.
-¿Es bueno o malo?
-Depende de cómo se mire.
Nos sentamos en el borde de la cama y descubro inquietud en su cara. Se encuentra inquieto porque le invade la curiosidad de saber qué es lo que tengo que decirle. Sé que no es fácil soltar la bomba y quedarme tan ancha. Cojo aire y le pido que no se aleje de mí, que le necesito a mi lado más que nunca.
-Hace tres días no me decías lo mismo.
-Porque hace tres días no sabía lo que me pasaba.
-Me estás asustando.
-Estoy embarazada.
Se acerca a mí y me da un abrazo. No veo su cara, pero intuyo que está feliz. No puedo evitar echarme a llorar. No sé si lo que he hecho está bien, pero Alberto se merece saber que va a ser padre. Ahora es él quien debe decidir si aceptarlo o no.
-Si quieres, vuelvo aquí y te hago compañía.
-Nada me gustaría más, aunque me gustaría pedirte que aguantases mis cambios de humor. Ahora mismo, no me aguanto ni yo.
-Nuestro pequeño viene en camino, ¿cómo no aguantarlo? Si te soy sincero, quiero que, juntos, veamos crecer esa tripa y que, también juntos, le veamos crecer. Intentaremos, y conseguiremos, ser una familia feliz.
Poco a poco, los días van pasando y vamos informando de la buena noticia a las respectivas familias. Se lo decimos primero a la mía, que se lo toman bien. A la que más le cuesta aceptarlo es a mi madre, porque Alberto y ella no es que se hayan llevado muy bien, pero se lo toma bien, porque sabe que soy feliz a su lado. Por lo menos, es lo que intento.
Después, toca la familia de Alberto, que no se lo toman muy bien. Su madre sospecha que me he inventado el embarazo para tener a su hijo a mi lado. La que mejor se lo toma es su hermana, que me da un fuerte abrazo y se alegra de que, después de todo, Alberto y yo volvamos a ser felices.
Una noche, invitamos a Clara a que venga a cenar a casa y hacer una doble celebración: nuestra reconciliación y el embarazo.
A Alberto le empieza a sonar el teléfono y, cuando se va del salón a atenderle, Clara se sienta a mi lado y me asegura que se nos ve bien, como si no lo hubiésemos, por así decirlo, dejado.
-Yo no estaría tan segura de las apariencias.
-No te entiendo.
-Sí, vale, está a mi lado porque quiere ver crecer al bebé, pero no creo que nosotros, como pareja, podamos volver a ser felices.
-Cielo, vais a volver a ser igual que antes, ya lo verás.
-No creo, pero bueno, por intentarlo que no quede.
Las cosas transcurren con normalidad. Mi relación con Alberto parece ir bien, solo que noto que no le hace mucha gracia estar a mi lado. Creo que ha vuelto conmigo por el bebé, pero no quiero preguntarle por miedo a la reacción que pueda tener.
Estamos tirados en el sofá viendo una peli. Yo sentada encima de él, mientras que Alberto acaricia mi barriga y me da algún beso en el cuello que está al borde de hacerme enloquecer. Para quien lo vea, parecemos una pareja normal, pero no es así, mis cambios de humor son constantes y Alberto no los aguanta todos. En ocasiones, se esfuma de casa y se va a dar una vuelta hasta que se me pasa el cambio de humor. En otras, se culpa de haberme dejado embarazada.
-Cielo, no puedo seguir más –comenta mientras se levanta del sofá-. Esto no tiene ni pies ni cabeza.
-No te entiendo, ¿a qué te refieres?
-Cuidaré del hijo que viene en camino como me corresponde, pero tú y yo no podemos seguir juntos. Si tratamos de ser la familia feliz que nunca conseguiremos crear, nuestro retoño no será feliz, y me niego a que eso sea así.
Con la misma, coges las cosas y te vas de casa. Me echo a llorar y, de mientras, intento convencerme de que lo mejor es tratar de luchar por salir adelante siendo una madre soltera.
Mando un mensaje a Clara para pedirla que me acompañe a la ecografía que tengo programada. Acepta encantada y me pregunta la razón por la que Alberto no es el encargado de acompañarme.
-Quiero que sea la Tita Clara la que venga conmigo.
-Ya, Cielo, pero él es el padre de la criatura.
-Para mí, él es la única persona con la que he tenido relaciones, y punto. Él ya no existe, y punto.
Al día siguiente, Clara me viene a buscar a la hora acordada. Juntas, vamos en coche hasta el hospital en el que me van a hacer la ecografía correspondiente. Encuentra aparcamiento en la puerta y vamos hasta la sala de espera. Al llegar allí, recibo un mensaje de Alberto en el que me pide que le deje estar a mi lado en todo lo relacionado con la criatura. Le contesto rechazando su propuesta y le comento que ya tengo a mi lado a Clara, que es la que va a estar a mi lado en todo momento.
-¿He de recordarte que el bebé que esperas es de ambos?
-No es necesario, pero, si lo nuestro no tiene sentido, tampoco tiene sentido que quieras preocuparte por la criatura. O todo, o nada.
-Mi niña, no seas así. Entiende que quiera preocuparme por el bebé, también es hijo mío.
-Primero, ya no soy tu niña; segundo, haré lo que esté en mi mano para que la criatura no sepa nada de su padre.
Con la misma, cuelgo. Apago el móvil y nos llaman para entrar. Estamos allí lo necesario y el médico me da la noticia de que estoy embarazada de un niño.
Me quedo pálida, ya que, a mí me apetecía tener una niña, aunque, siendo sincera, lo importante es que la criatura venga en el mejor estado posible. Clara me agarra la mano y, con la mirada, me pide tranquilidad, ya que es lo mejor en estos casos.
Un rato después, salimos del hospital y mi amiga me pide que llame a Alberto para contárselo. Como no me veo con demasiadas fuerzas para escuchar su voz, se lo digo por un mensaje.
Por la tarde, mi ex pareja viene a hacerme una visita a casa y, tras verme, me abraza. Le pido que se aleje de mí, que ya me las apañaré para salir adelante sola.
-No pienso permitirlo. Que tú y yo no tengamos nada, no significa que no pueda hacerme cargo del pequeño.
-Lo tuyo es un ni contigo, ni sin mí. Aclárate por el bien de los dos.
-No voy a olvidar todo lo que ha pasado entre nosotros, Cielo. Ese niño va a ser mi vida y has de ser consciente de que necesita el amor de los dos.
-Pienso ser madre soltera, te guste o no. Ahora, vete.
-No pienso hacerlo. Necesito que me escuches, joder. Puede que lo nuestro ya no tenga sentido, pero ahora debemos estar más unidos que nunca. No tienes ni la más remota idea de lo que se siente siendo hijo de padres separados. Por eso mismo, no pienso permitir perderme un segundo de su infancia.
-Alberto, no es el momento para hablarlo.
-Sí que lo es.
Coge mi cara y me besa. Intento separarme de él, pero sus manos lo impiden. Me agarra por la cintura y, con cuidado, me coge para llevarme a la habitación. Me tumba en la cama y me sigue besando. Trato de pararle, alegando que no quiero que sucedan cosas de las que ambos podamos arrepentirnos.
Se sienta en la cama y, serio, me pregunta si estoy segura de lo que le estoy diciendo.
-Totalmente. Me he convencido de que lo mejor es que no estemos juntos, ya me las apañaré para seguir adelante.
-Y vuelta a empezar. Cielo, entra en razón y permíteme que me quede.
-No quiero escuchar otra vez de tus labios que lo mejor es estar separados porque lo nuestro no funciona.
Alberto se va de la habitación y, con portazo, sale de casa.
-Varios meses después-
Me he acostumbrado a vivir sola. Alberto viene a verme a diario para interesarse por mi embarazo. Entre ambos, hemos decidido el nombre del bebé. Hemos llegado al acuerdo de que el pequeño se va a llamar Ángel.
Mientras decido la ropa que voy a llevarme para ir a casa de Clara, alguien llama a la puerta. Miro y es Alberto.
-Hoy no te esperaba –comento tras darle dos besos.
-¿No puedo venir a verte, como siempre?
-Sí, pero hoy voy a cenar a casa de Clara.
-Por eso vengo. Te voy a llevar en coche.
-¿Cómo?
-Sí. Los dos cenamos en su casa.
-Como sigo sin entenderte, me lo explicas en el coche.
Me voy a cambiarme de ropa y, cuando quiero darme cuenta, Alberto está apoyado en la puerta. Le pregunto por sus motivos. Comienza a reírse y, cuando se para, se acerca a mí y me abraza por detrás. Me comenta que tiene ganas de ver la cara del bebé. Sonrío, giro la cabeza y le beso.
-¿A qué viene esto?
-Echaba de menos hacerlo. No me acostumbro a solo verte como el padre de mi hijo.
Nos fundimos en un tierno abrazo y, varios minutos después, salimos hacia casa de Clara. Cuando llegamos, descubrimos que no hay nadie. Decido llamar a mi amiga para ver dónde está y no me coge el teléfono. Comienzo a preocuparme y Alberto me pide tranquilidad, que en mi estado no me conviene estar alterada
De pronto, siento un pinchazo. Comento que creo que el momento ha llegado. Vamos en dirección al hospital e intento localizar a Clara, ya que quiero mantenerla informada. Al seguir ilocalizable, decido que lo mejor es mandarla un mensaje.
Entramos en urgencias y noto como las piernas empiezan a fallarme. Me tumban en una camilla y me meten en una habitación. Alberto no se separa de mi lado en ningún momento y, con sus caricias, me ayuda a estar relajada. Las contracciones son cada vez más seguidas. Aprieto fuerte la mano de Alberto y su presencia me ayuda a relajarme.
Unas cuantas horas después, me despierto aturdida. Estoy sola, en una habitación con paredes blancas. Tardo varios segundos en darme cuenta de dónde estoy. Me toco la tripa y no la noto igual que desde hace casi ocho meses. Consigo recordar que, por la noche, Alberto me trajo al hospital porque el pequeño tenía ganas de conocer el mundo.
La puerta se abre y aparece una enfermera con el carrito. Veo que viene acompañada del niño. Las palabras no me salen en ese momento. Al ver su carita, me emociono y no sé qué decir. Las lágrimas corren por mis mejillas. Me acerca al pequeño y descubro que es igualito a su padre.
Varios minutos después, Alberto entra a la habitación. No lo hace solo, viene acompañado de Clara. Sonríen al verme despierta. Ambos me saludan y Alberto me da un beso en la frente. Me pregunta cómo estoy.
-Cansada.
-Es normal, Cielo –comenta Clara-. Un parto siempre termina cansando.
-Clara, ¿puedes dejarme un momento a solas con Alberto?
-Claro que sí.
Cuando me cercioro de que ha salido de la habitación, Alberto me pregunta por lo que tengo que comentarle. Cojo aire y le pido que, ahora más que nunca, se quede a mi lado. Me mira extrañado y me pregunta a qué viene mi proposición.
-¿Sabes? Me he dado cuenta de que nadie mejor que tú para ayudarme.
-¿De verdad que quieres estar a mi lado, después de todo?
-Sí. Puede parecer una locura, pero la mayor locura, para mí, es amaros a los dos con toda mi alma.
Y, con la misma, cierro los ojos. Ahí es cuando me doy cuenta de que nunca sabes cuándo vas a amar. Da igual el sexo de la persona, el lugar y el momento de tu vida. Siempre acaba apareciendo esa persona que te cambia la vida y esa que, a pesar de todo, no sale de tu cabeza.
Chica Blue