miércoles, 18 de diciembre de 2013

Tiempo

           
          Volvió a traspasar la puerta por la que llevaba varios meses accediendo al local. Volvió a sentarse en aquella mesa frente a la puerta, se acercó el camarero y le sirvió un caopuccino caliente, igual que en los últimos meses.
           Acto seguido entró él. Un hombre alto de mirada oscura y sonrisa anhelante. Tenía barba de varios días que ocultaba gran parte de sus rostro y las cicatrices que lo surcaban. El mismo de los meses pasados, pero esta vez no escogió para sentarse la mesa que había entre la mesa de ella y la puerta, esta vez eligió la silla que quedaba vacía en la mesa de la mujer.
           Al fondo, observando la escena el camarero sonreía, llevaba meses viendo como se sentaban cada uno en una mesa mirándose durante largas horas, saliendo después por separado. Todos habían podido apreciar que algo estaba surgiendo, excepto los protagonistas.
         La mujer, que se encontraba leyendo cuando el hombre se sentó, levantó la mirada, se encontró con la del hombre de los ojos oscuros y casi sin darse cuenta comenzó a sonreír.
         Estuvieron toda la tarde hablando sobre cosas sin sentido, sobre sus gustos, sobre lo solos que se sentían y que la razón de que cada uno frecuentase esa cafetería, era el otro.
         Cuando llegó la hora de volver a casa, salieron juntos esta vez, el hombre se ofreció para llevarla a casa y ella aceptó encantada.
         Justo en el momento que cruzaban la calle para llegar al coche, un vehículo se cruzó de carril. Él echó a correr tirando de ella. Parecía que podía evitar el golpe pero ella se había puesto su mejor vestido, con sus tacones más altos, por ello su velocidad no fue suficiente, y quedó atrapada entre dos coches.
         El impacto fue tremendo, tanto, que aunque los médicos de la ambulancia consiguieron reanimarla, ella quedó en coma.
         El hombre de los ojos oscuros la acompañó en la ambulancia. Cuando llegaron al hospital pidió una cama contigua. Durante los primeros días no la dejó sola nada más que para asearse, la terminó de leer el libro que estaba leyendo cuando se encontraron en la cafetería, de vez en cuando la cantaba con su profunda voz canciones que sonaban en la radio....
         Uno de esos días la luz del sol lo despertó bañando su rostro. Esa misma luz iluminaba los cabellos de ella que le enmarcaban el rostro, haciéndola tan joven y bella como cuando la conoció, eso hizo que sintiese una angustiosa necesidad de confesar:
-Mi pequeña Eva -suspiró más que dijo- verte en esa cama, ver como tus ojos se mantienen cerrados día a día, me duele más de lo que puedas llegar a imaginar. Crees que me conociste por casualidad en aquella cafetería, que me acerqué a ti por primera vez el día del accidente, pero no es así. Me conociste hace más de ocho años. Yo era un joven alocado, según tus propias palabras apuesto, no te gustaba mi barba, decías que me hacía mayor, tal vez por eso me la dejé crecer antes de presentarme a ti de nuevo... Nos conocimos un día en una fiesta, y me quedé prendado de tu sonrisa, a las pocas semanas de conocernos comenzamos a salir, tus padres me odiaban- acompañó esta frase con una carcajada- decían que estaba muerto de hambre y que no te daría una boda digna de ti. Por eso hice lo que hice, por eso me metí en asuntos feos para conseguir una boda ensueño y lo único que conseguí fue tener que huir antes de la boda con una amenaza de muerte en los talones. Soy yo, Alex. Te he echado muchísimo de menos. Lo siento, te amé, te amo y te amaré siempre, perdóname por favor.
             Se acercó a ella y depositó un beso con el sabor salado de sus lágrimas. Un beso delicado pero que llevaba en él todos los años de huida, de vivir escondido..... de amor real y profundo.
             Cuando se separó de ella el monitor se disparó, el corazón de ella comenzó a latir aceleradamente. Abrió los ojos, sonrió y todo se apagó antes de que la enfermera llegase,había muerto. De sus ojos oscuros comenzaron a brotar lágrimas, echó a correr hasta quedarse sin aliento, gritó, fuerte, muy fuerte, hasta quedar vacío, un vacío que se llenaría con dolor.
                            * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
Varios años después
               Respiró hondo, se armó de valor y llamó al timbre. El joven que se encontraba frente a la puerta de la casa sabía que el propietario tenía fama de ser huraño y desagradable con el resto de los vecinos. Pero aún así tenía que arriesgarse.
               El hombre que salió a abrir tenía barba de al menos una semana y llevaba ropa de estar por casa.
- ¿Quién eres y por qué me molestas?
- Perdone, mi abuela que murió hace un par de años me dijo que usted conocía a mi madre y que si algún día tenía algún problema viniera aquí. Resulta que me han echado de casa de ella y quería saber si usted me acogería aquí hasta que encuentre algo.
- ¿A tu madre?
- Sí, se llamaba Eva.
-¿Eva?- ese nombre le dolió más de lo que nunca reconocería- ¿Cuántos años tienes chico?
- 28 señor
-Si mis cálculos no me fallan, cuando tu madre falleció tenías 8 años.
- Si señor, mi abuela me acogió en su casa y he vivido este tiempo con ella
                 Algo le golpeó en el pecho, con una fuerza desmesurada. ¿8 años? Cuando la vió por última vez, hacía 8 años que tuvo que huir dejándola. Eso significaba, ¿era su hijo?
-¿Sabes cómo se llamaba tu padre?
-Claro, me llamo Alex, mi madre me lo puso por él
              Después de 20 años, el viejo sonrió, abrazó al joven depositando en él la última esperanza de su felicidad.

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