viernes, 6 de diciembre de 2013

Recuerdos

        Lo que más me llamó la atención es que el click de la cerradura al abrirse fue lo único que hizo falta para desbordar mis ojos.
        El piso estaba vacío, tal y como la última vez que lo vi, pero diferente.
        A pesar de la soledad y el frío que allí se respiraban, me sentía en casa y acompañada, acompañada por las miles de cajas de recuerdos que se abrían en cada rincón.
        Lo que a cualquiera le hubiera parecido un rincón lleno de polvo, un simple lugar alumbrado por una rendija de luz, para mi significaba más, mucho más.
        Aquel rincón vacío me mostraba a una niña sin preocupaciones que acompañada por su primo jugaba distraída bajo la atenta mirada de su abuelo, siempre con un puro en la boca y un periódico entre las manos.
La única compañía con la que contaba ese día era el sonido de mis auriculares, y el anuncio de un nuevo tema en la voz de un locutor de radio...           Ahí se mezclaban lágrimas de tristeza y añoranza, con lágrimas de felicidad. Ese lugar ha ayudado a a formar lo que ahora soy, porque ahí he disfrutado de los pequeños detalles más grandes del mundo.
        Volví a ser aquella niña pequeña durante los minutos que estuve llorando, volví a dejar las preocupaciones dormidas en un rincón. Pero no podía demorarme más, cogí lo que había ido a buscar, salí por la puerta y con las tres vueltas de llave tranqué el piso y la caja donde guardaba los recuerdos, esos recuerdos que realmente merecen la pena pero que hace tanto daño revivir, por lo que nos falta, por lo que tal vez no vuelva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario