lunes, 16 de diciembre de 2013

Sé que te quiero.

Lo nuestro está siendo demasiado complicado. Son demasiados recuerdos los que, a diario, acuden a mi mente para recordarme que acabo de salir de una relación y que no lo tengo superado.
Puede que esté siendo egoísta al querer que estés a mi lado y desear que su recuerdo permanezca junto a mí, pero has de darte cuenta de que, a su lado, he vivido un montón de cosas que no se volverán a repetir. Sé que nos hemos querido, nos hemos odiado, hemos pasado el uno del otro, pero nada ni nadie conseguirá llenar este vacío que él ha dejado en mí. Reconozco que te quiero, desde que te conozco he sentido algo especial por ti, pero, de momento, no puedo quererte igual que le he querido a él.
Ahora, sentada en el suelo de la misma habitación en la que hemos discutido y te he pedido que me dejases sola, me derrumbo y me doy cuenta de que no he sido justa. Desde que he vuelto de mi viaje a Madrid, hay algo que no me cuadra en ti y en tu manera de ser. ¿Qué te ha pasado? No eres el mismo de siempre, alegre, dicharachero, contagiador de sonrisas… Más bien parece que tu alegría se haya convertido en rabia contenida por mi manera de tratarte durante los dos últimos años de la carrera.
De pronto, me levanto y voy al salón con la intención de llamar a Deva, una de mis mejores amigas, para hablar un rato y desahogarme un poco. Tras marcar el número de su casa, trato de relajarme un poco por si no me le coge ella.
-¿Dígame? –pregunta una voz femenina, que intuyo que pertenece a su madre.
-¿Está Deva?
-Sí, ahora mismo se pone.
Durante los segundos en los que tarda en ponerse, sigo pensando todo lo que ha pasado con Carlos. Cuando se pone, me pregunta sobre lo que ha pasado, porque, nada más saludarme, se ha dado cuenta del motivo por el que la he llamado. Empiezo a relatar todo lo acontecido en mi casa y me pide que me calme, que, en un cuarto de hora, se presenta en mi casa para darme el apoyo que necesito. Antes de que me cuelgue, la doy las gracias por ser tan buena amiga, que no sabría qué hacer sin ella.
-Nena, no me tienes nada que agradecer. Las amigas estamos para eso.
-Tú eres más que una amiga. Eres la hermana que nunca tuve.
-Ahora enseguidita me tienes allí y hablamos más tranquilamente.
Cuelgo con una pequeña sonrisa en la cara. Todo gracias a ella, si es que es un amor de persona. Como para no quererla. Con la misma enciendo la tele y me siento en la parte de sofá en la que suele sentarse Carlos.
Sin quererlo, noto como si él estuviese a mi lado, haciéndome cosquillas en la tripa, achuchándome como si fuera un peluche, dándome besos y acariciando mi cara con esa barbita de tres días que suele dejarse y que tanto me encanta… De pronto, me despierto de mi “sueño” a causa del timbre de abajo. Me levanto del sofá y, tras descolgar el telefonillo, pregunto a ver quién es. Es Deva, que me contesta con su mítico “la más chula de Puertochico”. Espero en la puerta mientras sube por las escaleras con esa felicidad que transmite. Nada más verme, me da un abrazo de esos que quitan las penas a todo el que las tenga. Nos sentamos en el sofá y me pide que la cuente, con pelos y señales, todo lo que ha tenido lugar esa tarde. Me cuesta un mundo contarla todo, pero lo consigo.
-No puedes permitirte el lujo de perderle. Os ha costado horrores estar juntos. Reconozco que yo era una de esas personas que no daba un duro por vosotros dos, pero me doy cuenta de que estaba totalmente equivocada. Sois un ejemplo a seguir.
-¿De verdad piensas eso? Siempre tuve una pequeña esperanza de poder ser feliz a su lado, pero, tras empezar con Sergio, me dio la sensación de que Carlos no sentía lo mismo que yo.
-Eso es verdad. Cuando empezaste con Sergio, a Carlos le pasó lo mismo que a ti. Pero bueno, no estamos hablando de Carlos y tú cuando empezaste con Sergio. Estamos hablando de lo que os ha pasado esta tarde. ¿Puedo darte un consejo?
-Te conozco lo suficiente y sé que, aunque te diga que no, me le vas a dar.
-¡Muy graciosa! Yo esperaría a mañana, que ya estarás más relajada, y le llamaría.
-Espérate, que no me aclaro. ¿Qué le llame? ¿Para qué?
-Trágate tu orgullo y tu cabezonería. Eso es lo que fastidia muchas relaciones.
En ese instante, se levanta del sofá y me da un abrazo. La doy las gracias por ser así y la pido que se quede en mi casa, alegando que, si me quedo sola, puede que cometa errores fatales. Ella acepta y me comenta que va a llamar a su madre para avisarla de que se va a quedar a dormir aquí.
Mientras Deva habla con su madre, la pongo unas sábanas en la habitación en la que se va a quedar a dormir. Nada más descubrirme, se ofrece a ayudarme a terminar.
-No necesito tu ayuda. Eres mi huésped y me veo en la obligación de hacer esto.
-No es justo que me hagas la cama. Yo también sé hacerla.
-En esta vida hay muchas cosas que no son justas y no podemos hacer nada para cambiarlo.
-Eres una cabezota, pero te quiero.
Termino de preparar la cama y me dirijo a mi habitación a buscar un pijama para prestar a Deva. Cojo dos y la dejo elegir el que más la guste. Se queda con el que, para mi gusto, es el más bonito. Se compone de una camiseta de tirantes de color rosa palo y un pantalón corto blanco. Al cabo de un rato, aparece en el salón con el pijama puesto. Al verla, comento que la queda genial. Se sonroja y me da un pequeño beso en la cabeza.
-¿Sigues pensando que mañana he de llamar a Carlos? –pregunto a la vez que, con el mando en la mano, hago zapping y busco algo interesante.
-Sí. Sabes que es lo mejor, le llamas y arregláis las cosas.
-Pero…
-Ni pero, ni leches. Mañana, después de desayunar, coges ese “pepino” que tienes por móvil y le llamas.
-¡No sé lo que haría yo sin ti!
-Definitivamente, nada.
Seguimos hablando durante media hora y, tras ver que Deva bosteza de tal manera que parece un hipopótamo, decidimos irnos a dormir. Observo como se mete en la cama y, tras darla un abrazo de buenas noches, apago la luz y me voy yo a la mía.

Echo de menos su presencia y me pongo a pensar en él, en cómo lo estará pasando sin mí e, inconscientemente, me echo a llorar. Reconozco que le quiero, que sin él no podría estar, pero, ¿de verdad podría volver a su lado sabiendo que voy a hacerle daño?

Chica Blue.

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