Un
par de años después de nuestra ruptura, volvemos a encontrarnos por la calle.
Ambos vamos solos, pero esa sonrisa que llevas puesta me hace pensar que has
conseguido rehacer tu vida.
En
ese instante, recuerdo una llamada que recibí hace un par de meses. En esa
llamada fui informada de que estabas a punto de dar un paso importante en tu
vida, pero, de primeras, decidí no darle importancia. Hoy me doy cuenta de que
esa persona tenía razón.
-¡Hey!
¡Cuánto tiempo! –comentas dándome dos besos.
-Sí,
es lo que tiene que tomásemos caminos diferentes.
-Venga,
vayamos a tomar algo y así nos ponemos al día, que seguro que tenemos muchas
cosas para contarnos.
-Ambos
somos conscientes de que no es buena idea. Tengo cosas que hacer.
-No
seas así, te mueres de ganas.
-Eso
es cierto, pero tengo que ir a buscar a mi sobrina. Ya te llamaré algún día de
estos.
-Eres
tan cabezota que no lo harás, por tanto, te acompaño.
Consiento
que vayas conmigo, pero caminamos sin mirarnos. De vez en cuando, me haces
alguna pregunta, solo que yo decido no contestar a ninguna de ellas, puesto que
aún no soy capaz de reconocer mis errores del pasado.
-Andrea,
¿te pasa algo? –me preguntas para sacarme de mis pensamientos- Te noto
preocupada.
-¿Sabes
qué? Has roto mis esquemas. Eres parte de mi pasado y, desde que te fuiste de
mi vida, lo estoy pasando mal. Joder, no sé qué narices haces caminando a mi
lado.
-Dentro
de un rato te voy a buscar y me dejas conocer a esa princesa que dicen que
tanto se parece a mí. Espero que me dejes conocerla.
-No
se te va a arreglar verla. Me hiciste mucho daño engañándome con Adriana y ella
no debe saber por qué su padre no vive con nosotras.
-No
me puedes privar de ella, es mi hija. Tengo derecho a conocerla y criarla.
-Demasiado
tarde. Yo estoy haciendo las funciones de padre y madre. No te necesito a ti.
¿Quién me asegura que no la volverás a liar?
En
ese instante, descubro que mi sobrina viene corriendo hacia mí. Se echa a mis
brazos y me pregunta dónde se ha quedado la pequeña. La comento que está con la
abuela. Discretamente, te vas alejando. Cuando lo descubro, te doy una voz
asegurándote que te llamaré algún día.
-Ni
se te ocurra. Sabes cómo se va a comportar.
-Laura,
sabe de la existencia de su hija y está empeñado en verla. En cierto modo, le
comprendo.
-Ya,
pero si nunca se preocupó por ti, ¿por qué iba a hacerlo con Sofía?
-Es
su hija. Pero bueno, veré lo que hago. Reconozco que me ha descolocado que lo
sepa.
-Tata
–comenta Lara-, sé que mi prima, a pesar de que es pequeña, no quiere verte
mal. No quiero que llores, ¿vale?
Acaricio
la cara de la pequeña y, tras ponerla en el suelo, vamos caminando a casa de
mis padres. Vamos hablando de muchas cosas y, cuando llegamos, descubro que la
pequeña se ha quedado dormida en brazos de mi madre. La comento que Carlos sabe
de la existencia de la pequeña y quiere conocerla. Ella me dice que, a pesar de
que no me aconseja que le llame, no debo privarle de su hija. Con mucho
cuidado, me entrega a la pequeña y la miro embobada. Vuelvo a ser consciente de
que ella es lo mejor que me ha pasado en la vida y reconozco que fue buena idea
seguir adelante sola, a pesar de que estaba destrozada por la ruptura.
-Andrea,
te falta el babero –comenta mi madre-. ¿Qué es lo que te pasa ahora? Desde que
la has cogido, te noto embobada.
-Mamá,
encontrarme con él me ha partido los esquemas. Era consciente de que este
momento tenía que llegar, pero no estaba preparada.
-Por
más tiempo que pasase, no ibas a estarlo. Has de entender que, ya que lo sabe,
no puedes privarle de ella. Sofía surgió del amor que ambos os profesabais.
Estás viviendo el momento de mayor felicidad de una persona. Déjale que la
conozca y, si quiere, permite que te ayude a criarla.
-No
creo que sea buena idea, acuérdate de la llamada que recibí hace un par de
meses.
-Como
para olvidarla, pero estoy convencida de que se preocupará por ella. No seas
cabezota y dale el gusto.
No
digo nada, pero soy consciente de que mi madre tiene razón. Creo que Carlos
será buen padre, pero me da miedo de las consecuencias que puede traerme quedar
con él para que la conozca.
De
pronto, Sofía despierta con hambre. Mientras mi madre la prepara el puré, la
coloco bien en mi brazo y trato de tranquilizarla. Tras yo darla de comer,
Laura se despide, no sin antes pedirla a Lara que se porte bien, y se va.
Aprovecho
que Sofía se ha quedado dormida para subirme al piso a comer algo con Lara. De
primeras, mi madre se niega y quiere que me quede a comer en su casa.
-No.
Anoche preparé arroz con salchichas para las dos.
-Eso
ya me convence. Pensé que no tenías nada preparado.
-Estás
hablando con una persona precavida.
-En
eso has salido a mí.
-Venga,
Lara, coge la cazadora y la mochila de Dora y nos vamos.
Ambas
nos despedimos de mi madre y nos vamos al piso. Larita está casi más feliz que
yo. Se sienta en el sofá y la pregunto si tiene hambre. Asiente con la cabeza y
me sonríe. Saco el arroz con salchichas de la nevera y lo pongo a calentar.
Mientras espero que el microondas me avise de que la comida está lista para
comer, pongo el pijama a Sofía y la meto en la cuna. En ese instante, oigo el
sonido del microondas. “Justo a tiempo”, pienso tras taparla con una manta.
-Venga,
Lara, vamos a comer.
-¿No
puedo terminar de ver Dora? Enseguida acaba.
-Vale,
deseo concedido a la princesa.
-Gracias,
Tata.
Pongo
la comida en cada plato y, al terminar, descubro que Lara viene a la cocina
para preguntarme si comemos, que tiene hambre. Nos sentamos cada una en un
extremo de la mesa y charlamos durante toda la comida. Tras terminar el arroz,
la pregunto si la ha gustado lo que la he preparado.
-Estaba
delicioso.
-¿Te
apetece comer algo de postre?
-No,
Tata, estoy llenísima. ¿Puedo volver a ver la tele?
-¿Cómo
no vas a poder? Ahora enseguida voy allí y vemos los “dibus” juntas, ¿te
parece?
-Claro
que sí, Tata. Te quiero.
-Y
yo a ti, pequeña.
Me
pongo a recoger la cocina y, al cabo de un rato, me voy al salón y ella se
sienta encima de mí. Hago un poco de zapping por los canales de dibujos y
encontramos la película de La Cenicienta y la vemos juntas. A los diez minutos,
Larita se queda dormida sobre mí y, para no molestarla, pongo el móvil en
silencio. Tras ello, recibo un mensaje de texto. Es de Carlos y me pone: “Hola,
pequeña, ¿cuándo te apetece que conozca a mi hija? Porque espero poder verla.
Un beso”. Decido esperar un rato a contestarle, ya que, con el sonido de las
teclas, no quiero molestar a la pequeña.
Hacia
la mitad de la película, oigo que Sofía empieza a refunfuñar. Con mucho
cuidado, coloco bien a Lara y me levanto hacia la habitación de mi hija. Muevo
con cuidado la cuna con la intención de que vuelva a dormirse. Como no lo
consigo, la cojo en brazos y la llevo al salón. Al poco rato, Lara se despierta
y, como observa la escena madre-hija, se junta a nosotras. La doy un beso en la
frente y la pongo a mi lado.
Mientras
las tengo juntas, decido mandar un mensaje a Carlos para comentarle que, si le
parece bien, podemos quedar durante la tarde del día siguiente. Casi
instantáneamente, como si tuviese el móvil en la mano, recibo contestación en
la que me pone que, si creo conveniente, viene a casa durante la siguiente
tarde. Le digo que no es buena idea, que, ya que tengo que bajar por la tarde
al centro, le recojo donde él crea.
-Tata,
no quiero verte mal. Creo que no debes tener el móvil contigo.
-Pequeña,
aunque te explique mi cara mirando al móvil, no lo entenderás. No hace falta
que te preocupes por mí, ¿vale?
Me
da un beso en la nariz de esos que tanto me gustan y sigue viendo la tele. En
vista de que Sofía también ha vuelto a dormirse, la coloco en su cuna y decido
llamar a Carlos.
-Quiero
saber quién te ha hablado de tu hija –comento según me coges el teléfono.
-¿Piensas
que soy tonto? Cuando me echaste de casa, vi el predictor en la basura. ¿Acaso pensabas
que nunca me enteraría?
-Tú
no viste el predictor. Si le hubieses visto, me habrías pedido una segunda
oportunidad. Te conozco lo suficiente.
-Cambiando
de tema, espero que mañana no me dejes plantado.
-Podría
perfectamente hacerlo, porque no me fío de que tú vayas a aparecer.
Al
día siguiente, nada más levantarme, recibo un mensaje de Carlos en el que me
comenta que me espera en Las Estaciones a las cinco y media de la tarde, aunque
no le importará esperarme si tardo un rato más.
De
primeras, tengo la tentación de pedir a mi madre que baje a Lara, pero no
quiero ser una cobarde. Ya que Carlos sabe de la existencia de Sofía, no debo
ser injusta con él.
Chica Blue
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